
Las personas que son muy sensibles crecen con la idea de que son raras, débiles o cursis. Es fácil confundir debilidad o sensiblería con sensibilidad y esta confusión puede crear un complejo de inferioridad. En general, las personas muy sensibles se avergüenzan de su intensidad emocional y se consideran muy vulnerables. Viven su sensibilidad como un fallo que les lleva a sufrir más que a la mayoría.
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